Espinavell ~ Ribes //
Está todo nublado en extremo. Da igual, tengo que salir ya, es el momento. Quemo papeles que no necesito para calentarme las manos y que no se me congelen mientras recojo la tienda mojada. Y así, con mucha concentración, coy desmontando el chiringuito para irme aún con niebla y bajar hasta Camprodon desde donde voy por camino a Sant Joan de les Abadesses y de ahí a Ripoll por la vía verde. El ambiente es apocalíptico, prácticamente nadie por la calle. En la gasolinera de Camprodón, donde compro chocolate y algunas galletas para desayunar, las medidas de seguridad son extremas: aparte de la mascarilla y los guantes del dependiente, una cinta plástica de esas de franjas rojo-blanco me separa un metro del mostrador. Un hombre trabajando en el exterior de una nave cerca de Ripoll me habla tembloroso de los muertos que según la televisión aumentan día a día.
Todo bien a nivel controles hasta Ripoll, donde tras tomarme una birra que había comprado de camino relajo la guardia y decido seguir por carretera. Enseguida me intercepta la guardia civil. Muy nerviosos me dicen que he de volver a casa lo más rápido posible. No saben como dirigirse a mí, un bicho raro con la bici llena de cosas, un cicloturista en el coronavirus. El mayor de los dos me dice: «¡está usted en situación irregular, le pueden poner una multa!» Una multa por ir por el mundo. Nunca hubiera imaginado que el ser humano pudiera llegar a montar una situación tan absurda. En fin, que me dirijo a la estación de tren de Ripoll y ahí ya decidiré si cojo un tren. La verdad es que quisiera poder seguir viajando en bici pero no sé si estoy preparado para evitar los controles que seguro voy a encontrarme. No conozco tanto el territorio como para moverme de forma discreta por la naturaleza, no sé si podría, así que en una hora cojo el tren que va a Barcelona.
Voy en el tren prácticamente solo, con algún viajero con mascarilla. Es todo muy desolador. me encanta que un chico me ayude a subir la bici al tren y no le haga ascos a tocarla por miedo al contagio. Aún queda sentido el mundo lo cual es muy cercano al amor. Salgo del tren en una plaza Cataluña irreconocible, vaciada. Sólo algún transeúnte, muy poco tráfico disperso y un grupo de policías instalados en medio de la plaza. La atmósfera es onírica, como si la luz no tuviera donde rebotar y aumentara la sensación de vacío. Tomo un bus en la ronda Sant Pere y siguiendo las instrucciones del conductor subo la bici al lugar de los pasajeros. Este estado de excepción me beneficia en este sentido porque siempre me resulta un rollo desmontar la bici para subirla meterla en el portaequipajes. Hay ambiente de nerviosismo entre algunos pasajeros enmascarados y otros que no respetan la distancia de seguridad de un metro decretada por el gobierno. Saliendo de Barcelona me doy cuenta d que no he pagado por le billete. Anarquía.
Llego al Palou ya de noche. Recibimiento caluroso de Lucía. Lupe me presenta a su amigo de Asilah. Nos besamos y abrazamos todos, nos la suda el virus.
Hoy hay luna nueva en el signo de Aries.