2015.08.22

Cernégula ~ Cubillos del Rojo //

Salgo de Cernégula a las 13:00 h tras hacer unas fotos en la charca.

Subo hasta Pesadas de Burgos a donde llego en menos de una hora. Quiero comprar pan y, aunque cuando llego lo primero que veo es un gran edificio que pone «Panadería» no tiene pinta de funcionar. Una chica me informa que justo ahora pasará el panadero, que va repartiendo el pan con su furgo y que justo parará aquí. Ya alimentado y tras una hora de pedaleo y una bajada muy pronunciada llego a Valdenoceda.

Antigua panadería de Valdenoceda

Valdenoceda, 15.00 h.

Estoy en el norte de la provincia de Burgos. Ya se respira el aire de la cordillera cantábrica. Por aquí pasa el Ebro y la N-232, que va a Vinaroz, en el Mediterráneo; es decir, una carretera que coincide más o menos con el curso del río. Justo cuando llego al pueblo se están manifestando un montón de vecinos para pedir el asfaltado de la carretera en el tramo que va de aquí a Logroño. Alegan que se están despoblando los pueblos de la zona y que la carretera está en pésimas condiciones, por lo que arreglarla es fundamental para impulsar la economía de la región. Mientras estoy en el bar del pueblo me doy cuenta de que también estoy muy cerca del nacimiento del Ebro, a unos 60 kilómetros. En la televisión anuncian la posibilidad de lluvias para la tarde.

Cubillos del Rojo, 19:00 h.

Haciendo caso omiso de la previsión del tiempo aunque sé que estoy siendo imprudente, salgo de Valdenoceda hacia el norte por la famosa N-232. Me encuentro con el río por primera vez desde que salí de Logroño. En medio de una subida muy pronunciada el cielo se oscurece súbitamente. Empiezan a caer gotas y en dos minutos se forma una granizada de impresión. Me bajo de la bici completamente empapado y me acurruco junto a ella cubriéndome como puedo con un plástico que llevo para cubrir la bici en caso de lluvia. Paso unos diez minutos bajo el granizo, abrumado, en medio de una tormenta eléctrica, con miedo a que me caiga un rayo pues estoy apoyado en una señal de tráfico. Pasan varios coches y pese a que estoy en un lugar en el que el arcén se ensancha, no para ninguno a socorrerme.

En cuanto cesa de llover fuerte, continúo hasta el próximo pueblo, Cubillos del Rojo.

A la entrada del pueblo hay un espacio porticado en donde me refugio y puedo poner mi ropa a secar. Un hombre que llega a los pocos minutos me cuenta que es el lugar en donde herraban a las vacas y me invita a quedarme a dormir aquí siempre que no haga fuego. Me cuenta que viene de cosechar y que en un rato abrirá el bar que está al lado de donde me encuentro. Así que pasaré unas horas allí junto a un montón de gente del pueblo, bebiendo un vino muy rico de Haro, muy a gusto. La gente de aquí es muy apacible, sobria, muy diferente de los extraños personajes que me he encontrado en Cernégula. Sobre las diez y pico me voy al cobertizo, me masturbo y me duermo.

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