2011.01.03

Ayer pasé un día que ya no sé ni como clasificar. Un día de sufrimiento, de preguntas sin respuesta mezclado con apatía y sin embargo necesidad de superarla. Me exijo a mí mismo un montón pero es que si no parece que no evoluciono. Claro que, evolucionar, según mis esquemas, parece ser estar solo todo el tiempo. Es como si me quisiera quedar solo del todo y regocijarme en mi mierda.

∞ Sueño ∞
Me voy de viaje, sin quererlo. Es como si de repente me depositaran en... ¡Belgrado! ¿Qué hago aquí? No conozco la ciudad ni la cultura ni la historia de este sitio y aquí estoy, solo, muy solo, perdido, sin rumbo.
Inconsciente de la gravedad de este hecho, como un niño valiente y confiado, recorro la ciudad, sorprendiéndome, dejándome sorprender, aprovechando la circunstancia (como cuando estuve en París hace poco). Enseguida hablo con unas chicas. Les pregunto algo, da igual, el caso es poderme comunicar y sentir que no estoy solo.

Llego a un centro comercial enorme, símbolo de lo impersonal, de lo frío, de la soledad magnificada y busco un sitio donde cagar. Al cagar me encuentro en el origen de mi mismo, estoy en contacto con lo más bonito, lo más íntimo de mí. Estoy en soledad pero centrado, recogido. El baño no es un baño cualquiera, está absolutamente lleno de mierda, una mierda que es como chocolate, que lo impregna todo chorreando, como blandiblú. Es repugnante pero cálido a la vez.

Y yo ahora voy en silla de ruedas. Estoy enfermo, incapacitado, entre la mierda. Pero en realidad no necesito la silla de ruedas porque no estoy enfermo.... Es como si estuviera haciendo un descenso voluntario a los infiernos. Y entonces, me encuentro con unos enfermeros limpiadores de mierda. Limpian y limpian la mierda de forma abnegada, tranquila, apaciguadora. Uno de ellos, muy guapo, me prepara mi retrete con devoción. Yo le comento que necesito cierta soledad para cagar y entonces despliega una cortina de plástico entre nosotros.

Entonces observo que tengo un pelo horrible, largo, lacio. El enfermero me dice que no me preocupe, que soy un hombre, lo cual me halaga. Me siento protegido, tranquilo, reconciliado conmigo gracias a la compasión del enfermero.

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