No sé a raíz de qué pero en un momento dado comienzo a despotricar contra Tiago y Lucia. Me voy calentando bajo los efectos del vino y me convierto en una especie de monstruo enajenado que desea la muerte de Lucía y que casi rompe una botella de vino en la cabeza de Tiago. Mi ira se dirige de uno al otro alternativamente, culpándoles de mi frustración y de mis problemas. Todo teatro, algo cercano al límite e irrespetuoso pero necesario de algún modo. Una catarsis en la que saco a relucir todo el deseo sexual insatisfecho que he ido acumulando estos días hacia mi amigo y el miedo que me genera mi relación con mi amiga.
Me voy a dormir sin despedirme de Tiago, que se va mañana a Brasil pero, por la tarde, tras una inquietante siesta, cojo el tren a Barcelona para hacerlo. Hoy dormiré con Tiago en un estrecho sofá pero sin desearlo, sin agobiarme y sin agobiarlo.
Hoy mi madre me ha mandado un mensaje diciéndome que es san Alberto Mártir.