∞ Sueño ∞
Toni V me persigue. Me persigue a mí y a mi grupo de amigos y amigas de Ribes. Entre todos ellos reconozco a Laura V. En un momento, Toni nos hace ponernos a todo el grupo un vestido verde, una prenda femenina, muy liviana con la que somos muy vulnerables y, así, vamos a su gusto. Ahora, que somos como travestis, todo el grupo está a merced de Toni. Es como si estuviesen atontados, drogados. El grupo, que está bajo el encantamiento de Toni, deambula como un rebaño feliz por entre las aulas, los pasillos de la escuela. Yo no estoy a gusto con esta situación, me parece humillante, así que decido seguir huyendo. El resto del grupo sin embargo parece aceptarla, someterse a ella más bien y dejan de huir. Yo me debato entre si estoy haciendo lo correcto, si huir no será una opción cobarde. Pero la otra opción, que es mantenerme junto al grupo, me parece infinitamente peor. Hago caso a mi intuición y a mi miedo atroz y huyo. A partir de ahora todo el sueño consiste en mi huida de Toni/Fabián. Huyo sólo, subiendo y bajando las escaleras que unen las plantas de la escuela de Arte de Logroño. Toni/Fabián es la sombra de la que soy consciente constantemente en mi desesperada huida. Su cara es una combinación de belleza e ira fuera de lo humano, llegando a lo diabólico. En algún momento me lo encuentro, como cuando aparece en un aula, sentado frente a una mesa de trabajo con su hija. Sobre la mesa, libros ilustrados, piezas que ha hecho Claudia. Son elementos muy creativos. Toni le ayuda y anima con las manualidades, está junto a ella en el proceso. Su cara es otra a la del resto del sueño, es amable, paternal, amorosa. Mientras sigo huyendo, me voy deshaciendo de la ropa que Toni nos había impuesto y la voy sustituyendo por otra, también muy fina, liviana y femenina pero que he elegido yo y con la que me siento a gusto: una mínima faldita y unas correas de cuero en la espalda a modo de "camiseta". Me encuentro con Toni/Fabián al encontrarme también con Laura V, que no quiere huir conmigo porque me dice que comprende a Fabián y que se deja llevar por su energía, entrando en su juego. Intenta calmarme. Está presa pero no lo ve y trata de explicarme su punto de vista en el juego. Es medio colaboradora de Toni en su mierda de juego, no le supone un esfuerzo entregarse, aunque yo sospecho de esta actitud aparentemente madura pero que huele a irresponsable, a miedo disfrazado. Estoy en un piso alto de la escuela, acabo de entrar en una aula a donde llegan chicos que vienen de hacer una actuación. Son bailarines y/o actores y están cambiándose de ropa, se les ve semidesnudos. En este aula hay literas para descansar y una caja de cristal, como si fuera una gran lavadora, en la que uno de ellos (chico-chica) se mete a hacer una performance con un animal (esto conlleva una transformación). Estos chicos me informan cómo puedo escapar: a través de unas escaleras mecánicas muy empinadas y según ellos muy peligrosas. Para poder tomarlas, he de olvidarme de coger un vestido de ante que he visto, viniendo y que casi recojo (cuanto menos lleve más seguro voy) y sobre todo, he de dejar un enorme hatillo que consiste en una especie de tambor chamánico de metal, como un escudo, en donde va mi ropa, tarjetas, etc. envueltas con un trapo negro con un nudo en la parte central. Tengo, muy a mi pesar, que abandonar todo esto porque no entra por la estrecha escalera, pero en cuanto lo hago me siento muy liberado. Una vez abajo, estoy en un centro comercial. Me descalzo, ante lo que también tengo cierta resistencia pero que enseguida resulta ser también liberador. Me sorprendo gratamente de ir descalzo y no sentirme vulnerable sino seguro y cómodo. Estoy casi desnudo, con lo mínimo para sentirme seguro. Salgo a la calle. Paso por una tienda donde un par de chicas trabajan temporalmente junto a un hombre cuyo trabajo es fijo. Me dicen algo que necesito oír para continuar mi escapada tras comentar que el hombre es tonto, que no sabe de las cosas de la vida (es un hombre con aspecto de gitano). De nuevo en el centro comercial, Toni/Fabian me pisa los talones. Empiezo a gritar: "¡Auxilio! ¡Socorro!" pero la gente que me cruzo en la planta baja del centro o me ignora o me ridiculiza. No doy crédito y mientras mi perseguidor está a punto de darme alcance. De repente tengo un momento de lucidez y le grito a la cara que yo no voy a ser "su putita". Grito: "¡Toni quiere que sea su putita!". En ese momento su cara cambia a la de un gitano viejo, desdentado y feo que busca ocultarse, avergonzado. Pierde toda su fuerza porque he descubierto la verdad de sus intenciones. Ya no tengo porque tener miedo ni necesito huir. Me despierto.
Nunca en mi vida adulta había pasado tanto miedo en un sueño.