La Cluse-et-Mijoux ~ Maison-du-Bois //
Obviamente está todo mojado esta mañana, así que desmonto el campamento y atravieso el prado hacia el pueblo buscando un lugar donde poner la tienda a secar. Anoche hice esta lista en mi libreta borrador:
8 cosas que me gustaría hacer:
- Conducir un tren por la noche.
- Recoger lavanda, genciana y otras plantas de montaña y hacer aceite esencial.
- Hacer jabón de raíz de saponela.
- Vivir en un faro.
- Viajar navegando.
- Hablar alemán con fluidez.
- Leer autores en catalán.
- Sumergirme en un lago subterráneo de donde nace un río.
8 cosas que tengo que hacer
- Aprender a hacer punto para hacerme unas alforjas.
- Cargar el móvil.
- Lavar ropa.
- Arreglar la alforja.
- Poner un parche en el roto de la tienda.
- Comprar bombona de butano.
- Hacer un repelente de mosquitos.
- Hacer crema de cara.
De la primera lista de sueños ya había cumplido el último punto ese mismo día. De la lista de cosas prácticas lo más urgente es el tercer punto, no me queda nada de ropa limpia. Anoche, mientras buscaba un lugar para acampar, le eché un ojo a un edificio bajo que parecía un polideportivo, junto a un parque infantil. Está muy cerca así que me dirijo hacia allá para comprobar enseguida que en una de las paredes exteriores hay todo un sistema de grandes piletas metálicas cada una con su grifo a modo de lavadero. ¡Mi lugar! Es muy pronto y no hay actividad alguna en este lugar de las afueras de este pequeño pueblo. El complejo deportivo dispone de una zona porticada donde puedo refugiarme de los momentos de lluvia que irán sucediéndose intermitentemente durante la mañana y donde podré tender la ropa disponiendo unas cuerdas entre la bici y las puertas acristaladas de acceso al recinto por la parte trasera donde me encuentro. Mientras lavo la ropa, trato de pasar desapercibido ante la mirada de una mujer que se acerca a tirar la basura a unos contenedores próximos pero, mientras ya se está secando, no puedo hacerme invisible a una chica que me saluda cuando entra al polideportivo por la parte frontal. Yo y mi cotidianidad somos un espectáculo pero la chica se limita a saludarme sonriente desde el interior mientras se dispone a hacer sus labores. Mientras se seca la ropa, a lo que colabora de vez en cuando el sol que asoma tímidamente entre las nubes aprovecho a hacer una serie bastante completa de Ashtanga.
Om Rezo ante los pies de loto del gurú supremo Que enseña su saber, despertando la gran alegría del Ser revelado Que actúa como médico de la jungla Capaz de eliminar la alucinación del veneno de una existencia condicionada. Ante Patanjali, encarnación de Adisesa, que con su color blanco, mil cabezas radiantes (en su forma de serpiente divina, Ananta) y su aspecto humano a partir de los hombros empuña la espada de la discriminación, la rueda de fuego que simboliza el tiempo infinito y una caracola que representa para él el sonido divino, Yo me inclino. Om
Todo perfecto, gran paz y mirada interior. Antes de salir suelto lastre: me deshago de una camiseta que aunque me encanta con una tengo suficiente y de la visera que me regaló Tiago porque está hecha polvo. La sustituyo por un gorro de ala ancha con correas tipo pescador que encuentro cuando voy a tomar un café a un restaurante cercano. Ya retomando la carretera para seguir mi ruta pedaleo plácidamente, en mi mundo. Miro de vez en cuando hacia atrás para disfrutar de la vista sin ser del todo consciente del montón de tráfico que hay. En esas me doy una gran hostia al intentar esquivar el borde de la carretera al que me estoy precipitando en una curva pero logro caer bien y sólo me hago unos rasguños en la cadera, el codo y la mano derecha que me sirven de accidentado apoyo. Me acabo de situar en la realidad exterior.