Camprodon //
∞ Sueño ∞
Un hombre y una mujer están juntos. Van muy bien vestidos, elegantemente. Han salido a la calle y el hombre se ha quemado la cara, tiene graves heridas. La mujer también, enrojecida y purulenta. Yo soy la mujer. La pareja eran un equipo pero a partir del accidente se convierten en enemigos. Se hacen daño porque están sufriendo. Pretendiendo mantener una especie de dignidad que en realidad es un feo orgullo, generan ira el uno contra el otro y se culpan mutuamente aunque la causa de su sufrimiento sea un factor externo. Él, de forma telemática, consigue echar a la gente que trabaja en la empresa de ella, con lo que le crea un gran problema. Ella, urde un malicioso juego como venganza: Enciende una vela y si el hombre se quema es que merece un castigo. Apoya sus dedos sobre la llama hasta que empiezan a arder, pero aguanta. En medio del sufrimiento mantiene el tipo y sigue adherida férreamente a sus posiciones. Él también pone los dedos sobre la llama. Entonces ella decide que su estratagema ha surgido el efecto esperado (más bien porque le da la gana porque no se hace evidente que el hombre se haya quemado) y se abalanza contra él para vengarle y hacerle daño "con todas las de la ley".
La reacción en Facebook no se hace esperar. Como no explico bien lo que estoy viviendo ni donde estoy sino que simplemente digo que quiero salir de casa porque no aguanto más, me llueven críticas llamándome insolidario, egocéntrico, irresponsable y potencial asesino. Todo esto es absurdo. Estas son las consecuencias de expresarse en el momento y el lugar inadecuados.
Tomo el sol por la mañana desnudo en el balcón, lo que es nuevo motivo de polémica con Toni poque una de sus obsesiones es no llamar la atención y le angustia que haya podido verme algún vecino, pese a que tiene el balcón forrado de cañas y difícilmente sería posible. Definitivamente me tengo que ir de aquí. Mi presencia aquí empieza a ser molesta. Tengo fama de invasivo y algunos me dicen que estoy fuera de lugar en muchas ocasiones.
Doy un paseo más largo de lo habitual por el río hacia Llanars aunque no se puede, está prohibido salir a la calle a dar un paseo. Cuando llego a casa, sudado y con hambre, Toni me pide que me quite los zapatos antes de entrar por si tengo pegado el virus en la suela. A mí siempre me parece bien la costumbre de sacarse los zapatos antes de entrar en casa pero aún así hago mala sangre, no me gusta que me manden pero sobre todo juzgo la situación como ridícula y me enerva. No soporto el creciente miedo de mi compañero de encierro y no puedo controlar la situación que cada vez se enrarece más. Me encierro en mi habitación de mi extraña casa-cárcel. Recibo una videollamada de Lucía, que está la casa-cárcel de Laura. Me encanta verlas y me doy cuenta de lo que las echo de menos. Empiezo a rendirme a Lucía, empiezo a reconocer verdaderamente mi error en relación a como he gestionado nuestra relación. Me siento próximo a ella como hacía tiempo que no lo estaba. Sin embargo no pienso en volver a Ribes. Toni, que pese a ser un manojo de nervios tiene algo de cabal, me sugiere que vuelva al huerto pero llamo a la propietaria y no me gustan las condiciones que me plantea.