2020.03.15

Montesquiu ~ Camprodon //

Me levanto con el sol. El día está brumoso, mucho. Hago tiempo a que se seque la tienda de la humedad de la noche haciendo una pequeña excursión al castillo. ¡Qué gusto pedalear sin peso en la bici! El acceso al castillo está excepcionalmente cerrado a causa del virus, pero no me cuesta mucho encontrar un hueco por donde colarme. Estoy en lo alto de un cerro, rodeado de árboles tipo alpino, abetos y así, un pequeño parque natural. Bajo a desmontar la tienda: todo en orden. Una pareja con perro me observa en la distancia.

Antes de salir del pueblo me asalta un cartelito que reza: C17 A RIPOLL CORTADA. ¡Vaya!, la cosa se pone seria. Según me informa otro ciclista, ha habido un desprendimiento hace unos días y, aunque no es gran cosa, han cortado la carretera por precaución. Yo sigo palante. Encuentro, una vez más, una rendija por donde colarme entre enormes bloques de hormigón que hacen de muro en la carretera que une Montesquiu con la C17, única opción para seguir avanzando. Avanzo por la desierta autovía sin rastro de desprendimiento alguno. Letreros luminosos gritan desde lo alto: “QUEDA’T A CASA. FRENEM EL CORONAVIRUS”. Lo raro avanza a una velocidad que mi cuerpo difícilmente integra.

Llego a Ripoll con hambre. Encuentro enseguida un bar agradable donde almorzar pero tengo que interrumpir el almuerzo y salir a la calle a tomar algo de aire porque en la tele el presidente del país está comentando que a partir de mañana todo el mundo tendrá que quedarse en casa durante quince días. Llamo a Toni. Está angustiado por el colapso del sistema sanitario y dice frases como “es necesario parar el contagio”. Hago veintitantos kilómetros más hasta llegar a Camprodon, ahora por una antigua vía férrea reconvertida en vía verde. Voy siguiendo al Ter, que ve interrumpido su curso natural por cantidad de presas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *