Figaró-Montmany ~ Montesquiu //
He dormido de maravilla. Me lavo en el arroyo y me acerco al pueblo para desayunar. Entro en una panadería cuyas estanterías están prácticamente vacías. La panadera, que parece más una enfermera, con las manos enfundadas en guantes y una mascarilla tapándole la cara, me dice que no queda nada de pan. Paso por algunos pueblos, en todos se escucha el silencio más de lo habitual. Llego a Vic a mediodía. No hay prácticamente gente en la ciudad salvo algún negro o algún marroquí que deambula apaciblemente como si con ellos no fuera la cosa. Está todo cerrado excepto algún pequeño comercio. En uno no me dejan entrar y en todos hay un cartel en la puerta que dice: “Por precaución, no coincidir en la tienda más de dos personas.”
A partir de ahora me acompaña el río Ter, salpicado de antiguas colonias fabriles. Cerca de Sant Quirze de Besora compro unas patatas y una cerveza en una gasolinera que me vende una mujer con guantes y mascarilla. Llego a Montesquiu ya de noche y, siguiendo las indicaciones al castillo, encuentro una gran zona verde que me va a ir de perlas para establecer mi campamento de hoy. De nuevo, está vallada, pero consigo pasar por un rendija entre la valla y el muro de piedra. Me acuesto sobre las once de la noche, tras leer un fragmento de un libro llamado Colapso, que me dejó Toni la otra vez que pasamos unos días juntos.