2019.01.30

Mi amiga María y yo estamos esperando al autobús que nos lleva a Ribes. Nos acabamos de encontrar en Sitges, yo vengo de pasar la noche en Barcelona y ella viene de Montserrat, de participar en una ceremonia en la que experimentaron con una planta de poder. Anoche, tras la ceremonia, María tuvo un sueño:

Yo avanzo por un oscuro y largo pasillo junto a un extraño ser con los ojos muy azules y la piel muy fina, como si fuera de otro planeta. Nos dirigimos hacia María, que se encuentra al final del túnel, próxima a una fuente de luz procedente del exterior. María le cuenta a mi extraño compañero que se ha pasado toda la ceremonia agobiada, dándole vueltas a los conceptos de humildad y soberbia y que eso no le ha permitido aprovechar las posibilidades de la planta, a lo que él le comunica con seguridad que no tiene de qué preocuparse, que ella ya tiene superado eso, que ella ya ha hecho ese trabajo. 

Tras explicarme el sueño, María me cuenta que se pasó toda la ceremonia pensando en mí y sintiendo que estábamos juntos. Después se levanta del banco de la parada del bus en la que estamos para ir a comprar una botella de agua en el bar de enfrente, yo permanezco sentado intentando asimilar la nueva información. En el momento en que María vuelve a sentarse junto a mí, le explico como fue mi tarde de ayer en Barcelona, mi encuentro con el extraño personaje que decía venir de Marte y que podía leerme la mente. María da un trago de agua de su botella y veo que tiene impreso el número 22, de hecho la marca del agua es “22”.

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