En Barcelona, en casa de Tiago. Tiago comparte casa con Marina, la cual también es su amante desde hace un tiempo. Hace calor. Voy a la nevera y abro el congelador. En ese momento observo sorprendido una serie de helados de forma fálica de unos veinte centímetros de largo de diferentes colores envueltos en film trasparente. Extraigo uno de ellos, el que más se parece al de mi sueño de hace tres días, lo corto en tres pedazos y nos comemos uno cada uno. No tiene prácticamente sabor.
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