2017.05.11

Sant Andreu de la Vola ~ Sant Jaume de Llierca //

Toda la mañana lloviendo. Hacia las 12:30 h para y salgo de la tienda. Me pongo a secar y a recogerlo todo y cambio la cámara de aire de la rueda trasera. Durante todo el viaje, una vez al día, he ido inflando la rueda, que iba perdiendo aire lentamente y así ha ido aguantando. Sin embargo hoy la rueda ha amanecido completamente deshinchada así que no me queda más remedio que cambiarla. Justo cuando estoy a punto de salir empieza a llover de nuevo, esta vez con ganas. En menos de un minuto me veo en medio de una tormenta del copón. Estoy completamente empapado pero me da tiempo a terminar de guardar todo en las alforjas y cubrir con la capa de lluvia los bultos sobre el transportín.

Retomo el camino asfaltado por el que llegué aquí anoche con la idea de salir a la carretera. Voy andando, empujando la bici porque el camino hace una empinada cuesta arriba y llueve sin parar. Enseguida compruebo que la rueda que acabo de cambiar se ha vuelto a desinflar, y que todo el peso de la bici recae sobre la llanta. Estoy cerca de la carretera, a la altura del túnel. Y compruebo que no puedo acceder porque hay una valla de dos metros de alto entre ésta y el camino. Llueve, llueve, llueve. Puedo ver cómo el camino sube por encima del túnel y va a parar al otro lado para continuar hacia no sé dónde. Aún así decido seguir. Los rayos iluminan la montaña y los truenos estallan cada vez más seguidos y más cerca, rodeándome. Empiezo a pensar que puede caerme un rayo en cualquier momento y, mientras pienso esto, cuando estoy sobre el túnel, en la parte más alta del camino, se forma ante mí una bola amarilla de fuego como de un metro de diámetro que dura un segundo y estalla, tras lo que queda un profundo olor a azufre, como el olor que deja la pólvora tras la explosión de un montón de petardos. Y después silencio, silencio con lluvia de fondo. Estoy inmóvil, empapado y conmocionado, aunque me la estoy jugando. Decido deshacer el camino unos metros y parar a refugiarme bajo unos árboles.

Enseguida deja de llover, tan de repente como empezó. Me cambio de ropa, apoyo la bici sobre la valla que separa el camino de la carretera y pongo una cámara nueva en la rueda de atrás. Ésta es la última. Espero que dure, sólo me queda esperar que dure. Tras investigar un poco por los caminos, compruebo que definitivamente tengo que volver, pasar de nuevo por el lugar donde he dormido esta noche y buscar algún cruce que me lleve a la carretera.

Lo encuentro enseguida. Dejo el camino con la visión de un tejón recién muerto cubierto de moscas, me parece que salgo de un sueño. La rueda está aguantando. Ahora vienen cinco kilómetros de túnel que hago a toda velocidad, concentrado. Es muy peligroso porque sólo hay un carril, aunque no pasan muchos coches en mi sentido, menos mal… Después viene otro túnel, más corto, por el que no hace falta que pedalee, la bici va sola. Y, al salir, estoy en un valle, la Vall d’en Bas, en un tramo de carretera absolutamente recto, largo y expuesto al viento que comparto con algún camión y por el que cojo mucha velocidad. De repente, pasando Les Presses, el viento me hace perder el control de la bici, que avanza en un descontrolado zigzag anunciándose una hostia. Pero, al igual que el primer día del viaje, consigo enderezarla y no matarme, no sé cómo.

En media hora llego a Olot. Compro comida y paso por una tienda de bicis para comprar una cámara nueva. Voy por carretera hasta Sant Jaume de Llierca, mi nuevo pueblo, a donde llego sobre las 18:30 h. Como una rica comida que han preparado mis amigos, que me reciben con mucha hospitalidad. Pongo mi ropa a secar y me instalo en mi nueva habitación.

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