Buttermere (Lake district) //
Ha sido una noche de lluvia constante y viento super fuerte. Justo el lugar donde he plantado la tienda está expuesto al viento, que empezó a soplar con fuerza al anochecer y no me ha dado tregua en toda la noche. Me he despertado continuamente. Me paso el día aquí, sentado en un banco frente al lago. Comiendo, lavando ropa, secando ropa, leyendo, descansando, escribiendo, mirando mapas, cagando, meando, descansando, haciendo fotos… Quiero aprovechar este sitio. Ya son casi las siete de la tarde. No me voy a ir muy lejos de aquí.
Decido quedarme aquí una noche más. Estoy en la desembocadura de un riachuelo, en un ensanchamiento que hace el camino que rodea el lago. Creo que este debe ser de los pocos espacios en toda esta zona, si no el único, que no es privado sino que lo gestiona el gobierno. A ambos lados de donde me encuentro interrumpen el camino dos puertas que dan acceso a sendas propiedades privadas. En lo que llevo de viaje por Gran Bretaña, esta es la generalidad en el campo: Caminos y carreteras flanqueadas de vallas con puertas que dan acceso a terrenos privados con generalmente ovejas y también bastante vacas. Durante todo el día ha habido un continuo fluir de gente abriendo y cerrando puertas en su caminar bordeando el lago y pasando enfrente de mí. En ambos sentidos. Algunas personas también bajaban por el camino que tomé anoche desde la carretera y que llega hasta el lago donde estoy ahora. Así que he estado muy acompañado.
Esta noche quiero desplazar unos metros el enclave; por cambiar de sitio, por intentar estar solo pero, sobre todo, por no estar tan expuesto al viento como la noche pasada. Tomo el camino que va al norte y cuando llevo recorridos unos 200 metros, diviso una casa blanca frente al lago, a donde llegaré tomando el camino que va al sur desde donde tengo las cosas. Recuerdo que es la casa blanca que me enseñó en fotos Chris, en la que me sugirió que durmiera si no había nadie. Voy hacia allí. Sería genial poder quedarme allí esta noche. Estaré solo, protegido y no tendría que montar la tienda. Después de varias puertas llego al terreno donde se encuentra la casa, que no sé si es privado o público, y me reciben cuatro ovejas poco acostumbradas a ver gente a esas horas. La casa está cerrada a cal y canto, así que vuelvo a mi campamento, pillando de paso unas cuantas ortigas para cenar. Se ha convertido en norma encontrar ortigas en todas las puertas de las vallas y, como un premio a mi pequeña porción de ganada libertad diaria, suelo llevarme unas cuantas especialmente cuanto más hostil me es la puerta. De nuevo en el borde del lago, decido pasar la noche unos metros más arriba, junto al río, al borde del camino que viene desde la carretera por el que llegué aquí ayer. Cuando creo que estoy en el punto exacto en el que voy a plantar la tienda y, a falta de algo que me ayude a decidirme, me encuentro a mis pies el manojo de ortigas que había recogido a la salida de Annan y que había perdido.