

Recojo el campamento y voy para el monasterio a desayunar. Luego, hablo con George, que en una animada entrevista agradece mi inesperada presencia aquí y me da un puesto en la cafetería. Voy a hacer falta porque en un par de días vienen 140 personas de todo el mundo para asistir a un retiro de silencio. Me acompaña a mi habitación, un sencillo y agradable cubículo junto a otros en un barracón destinado a los trabajadores. Empiezo a trabajar hoy mismo. Conozco a Heike, una de mis nuevas compañeras, mientras lava los platos. Me saluda muy sonriente y afectiva, con espumarajos en las comisuras de los labios. Me había fijado en ella en el desayuno y me había parecido una mujer muy distante, ahora la veo de una forma completamente diferente.
