Dunfermline ~ Edimburgo //
Llueve sin parar. Estoy agobiado dentro de la tienda. Me veo un panorama de mierda con lluvia, la bici, la tienda y todo lo que supone viajar así hasta que Simon Byron me dice: “Estoy muy ocupado estos días pero si no tienes donde ir vente”. Simon es el único de todos los usuarios de la red que me ha dado a alojamiento. El resto dicen no estar en Edimburgo para el fin de semana, muchos otros ni contestan. A las 15:30 h parece que para de llover y voy saliendo hacia Edimburgo.
Después de interminables horas de lluvia dentro y fuera de la tienda, llego a Edimburgo a las diez de la noche escocesa, es decir, de día y a casa de Simon a las once y ya sí, es de noche. Me cuesta encontrar la casa. Cuando llego, cansado, preocupado y precipitado me recibe un hombre de unos 45 años de manera acogedora aunque, al verme con todos los bultos, desmontando todo para subir las escaleras, sube corriendo diciendo que tiene que enviar un mail.
Simon está absorto en su trabajo y se disculpa por no hacerme ni puto caso. Estoy en casa de un extraño que no despega los ojos del ordenador y que al rato se va a la calle, supongo que a que le dé el aire. O sea, que estoy en casa de un extraño yo solo. Raro, pero puedo considerarme afortunado porque tengo techo. Me dedico a quitarme el barro y a ponerme cómodo cuando enseguida vuelve a la casa. Intento no molestarle mientras voy haciendo mis cosas. Me lavo en la bañera y cargo el móvil, dando por supuesto que me va a dejar, adelantándome a un ofrecimiento que nunca llega.