Me levanto a las 6:45 h, con la niña y con Sofía. Todo es muy rápido. Sofía y la niña se van y yo me quedo en el portal poniéndome las zapatillas de la bici. Las alcanzo por el Eixample y aunque no sabía donde las encontraría, quería hacerlo para despedirme de ellas, así que las encuentro. Las acompaño hasta el colegio y luego a Sofía hasta el metro. (Me doy cuenta de que me he dejado el móvil en casa de Sofía con las prisas). Voy al SOC en Sepúlveda y me inscribo al paro para poder entrar gratis a las exposiciones y en concreto a «Piso Piloto» en el CCCB. Me paso por la biblioteca del patio de la Massana para repasar toda la información cultural que pillé ayer en el CCCB y organizarme el día.
La exposición Piso Piloto es un análisis de las múltiples posibilidades de habitar en la ciudad. Un poco antes de llegar al CCCB, me viene a a la cabeza la arquitecta iraquí Zaha Hadid. Y, con ella en la cabeza, me empiezo a plantear cuestiones morales sobre si la arquitectura ha de ser la expresión del genio individual o ha de estar al servicio de las necesidades colectivas por encima de todo. No doy pie a matices y mi mente se dedica a polarizarse entre la izquierda o la derecha, esto o lo otro, el bien o el mal.
Y así, en medio de este debate neurótico, unos pasos antes de llegar al CCCB descubro un espacio difícil de abarcar en una sola mirada; un espacio con algo de deconstructivo, como las obras de la arquitecta. Separado de la calle por una reja en donde cuelgan carteles que anuncian exposiciones, debates sobre arquitectura, diseño o reciclaje, empiezo a distinguir cada vez más este curioso lugar. Enseguida, una mujer que me recuerda tremendamente a Zaha Hadid le explica a un hombre que está buscando una persona que les eche una mano con la página web de lo que, por lo que puedo entender, es un proyecto comunitario en el que participa mucha gente y que involucra al barrio.
Permanezco cerca de la pareja y, cuando la mujer que se parece a Zaha Hadid se queda sola, me presento y le comento que he estado escuchando la conversación y que yo podría ayudarles con la web. Sari, Sari Sanz (que así es como se llama esta mujer) muy contenta por el ofrecimiento y agradeciendo a lo que ella llama causalidad el habernos encontrado, me enseña el espacio, que resulta ser un edificio creado con materiales naturales gracias al trabajo voluntario de decenas de personas. Me explica que, dos años atrás, el ayuntamiento de Barcelona convocó un concurso para dar uso a algunos solares de la ciudad. El hijo de esta mujer, Txema, junto con su equipo, presentó un proyecto de bioconstrucción para el espacio en el que estamos y lo ganó. Ahora, el espacio ya está prácticamente acabado, forma parte del barrio y está abierto a propuestas sociales y culturales del entorno, para lo que necesitan una buena difusión y por eso buscan un desarrollador web. En un momento de la conversación, no puede reprimir las lágrimas cuando recuerda que su hijo murió de manera súbita el día de la inauguración del espacio y, por ello, se ha involucrado en el proyecto que ha tomado el nombre de su hijo.
Desde hoy, trabajo de manera desinteresada colaborando en la página web del Espai Txema.