Mequinenza ~ Miravet //
He dormido muy bien, la bici a punto. Sin carro y sin caja, llevo menos peso que nunca. El equipaje atado con pulpos sobre un portabultos tembloroso cuyos anclajes a la bici no son del todo seguros. Después de pagar el camping me quedo sin nada de dinero. Según me explica la mujer encargada del camping puedo llegar hasta Almatret sin matarme en la subida. Hay un camino directo pero con rampas muy duras que me hacen pasar de los noventa metros a los que estamos aquí a los quinientos metros en Almatret. La verdad es que no quiero quemarme; ayer por la tarde ya hice una subida muy dura así que decido ir por la vía que me indican aunque tenga que dar un rodeo. Cruzo el puente sobre el Segre y voy siguiendo el río hacia la Granja d’Escarp, donde está el llamado Aiguabarreig, la confluencia del Segre y el Cinca. En este punto, me encuentro un marroquí que al pasar, sin más, me pregunta dónde vivo. Le respondo que en ningún sitio, que viajo. Se va sin mostrar mayor interés por mí.


En la Granja d’Escarp, ya en Cataluña, unos viejos me indican cómo ir a Maials y de ahí a Almatret. Tras una subida continua y de mantenido esfuerzo de más de una hora bajo un riguroso sol, aparece un camino que indica 22 kilómetros a Riba-Roja, por lo que no hace falta que llegue hasta Almatret. Es un camino pedregoso de bajada que hago bastante consciente y con mucho cuidado de que no se me desestabilice el equipaje. De Riba-Roja a Flix voy por el GR. En Flix cruzo el río en barca, paso junto a la central de Ascó y llego a Vinebre. Luego tomo una carretera hasta Mora d’Ebre, para evitar el Pas de l’Ase, que es inciclable.




Sigo por el GR hasta Benissanet y por carretera hasta Miravet, a donde llego a última hora de la tarde. Subo a lo alto del pueblo, donde empieza la senda que corresponde con el GR 99 y decido acampar en medio del camino, al lado del castillo, sobre el río. Un poco más adelante encuentro un campo en donde me abastezco de algunos limones, que ya venía necesitando, y unas nueces. Casi no me queda comida salvo unos fideos que me como antes de hacerse de noche; esta será la primera vez en el viaje que ceno aún de día. Me está gustando la experiencia de vivir sin dinero, me pone a prueba. Aunque mantengo el hambre al límite, encuentro por el campo lo que necesito y como lo justo. Siento que me estoy educando para no dejarme llevar por la superabundancia de la sociedad de consumo.