Zaragoza ~ Pina de Ebro //
Vuelvo a soñar con el espectáculo de la realidad, esta vez en forma de show televisivo en una Nueva York no-lugar. Como en los sueños de las últimas noches, me veo impelido de forma kafkiana, inevitable, a participar en su desarrollo.

∞ Sueño ∞
Un show de televisión tiene lugar en una isla de rascacielos cubierta por una gran cúpula de cristal. Nueva York y, más concretamente Manhattan, símbolo de la ciudad contemporánea, se haya separada del mundo, encerrada en una cúpula geodésica transparente. Toda la ciudad es un escenario televisivo, una isla tecnológicamente aislada y espectacular. Estoy aquí, en medio de este teatro con un punto de realidad que lo hace escalofriante, como si la vida entera fuera un show. Los presentadores son hombres y mujeres jóvenes blancos y algún negro. Muy alegres y sonrientes, vestidos con camisetas blancas, hablan muy alto en español y catalán. Una voz en off femenina ironiza sobre la realidad, comparándola con el Gran Hermano. Yo estoy entre el público, que forma, como los edificios, una circunferencia alrededor del plató, a donde se sale a actuar. Por momentos me sorprendo situado junto a los presentadores y entonces me siento protagonista pero a la vez incómodo y me aparto para no dar la nota, para no destacar. Mi amigo P.I, que forma parte del público en este círculo y que está en una posición algo destacada, sobre una grada o algo similar, no ve claro salir porque dice que la actividad que él hace no le gusta a nadie. Esto es un comportamiento extraño porque en la vida despierta, "real", P.I es un payaso y se debe a un público. No quiere formar parte del show pero se esfuerza en hablar en catalán, lo cual hace de forma correcta. Otro amigo, A.T, está de viaje por el mundo acompañado de sus propios amigos. Tiene la libertad que acompaña a su pasión de recorrer el mundo e ir a los más variados y exóticos lugares. En un momento dado, mientras estoy buscando en su cartera una foto suya para hacer un collage, me llama por teléfono porque se encuentra en un no-lugar que le recuerda a la situación en que me encuentro yo. Me da vía libre para que coja su cartera y utilice su DNI, su identidad.
6:45 h, ya estoy despierto. Al cuarto de hora vuelven dos de mis compañeros de habitación de fiesta. Son muy respetuosos y se meten directamente a la cama sin hacer ruido. Desde ayer me estoy tirando continuamente unos pedos muy pestilentes aunque trato de no hacerlo en la habitación. Antes de las 8:00 h ya estoy en el comedor para desayunar.
A las 9:45 h salgo del albergue por el carril bici de la ciudad. Dejando Zaragoza me encuentro a un hombre que me cuenta que va a trabajar en Logroño, en una librería llamada «Arts», en Portales, la calle en donde viví mi infancia. En Burgo de Ebro, en un merendero, mientras como, viendo las condiciones en las que estoy viajando con un carro muy pesado y muy precario y dándome cuenta de que no sé a dónde dirigir mi vida, me planteo mi futuro inmediato con el mapa desplegado sobre la mesa: ¿qué hacer, qué ruta tomar, para qué volver a Barcelona…? Estoy lleno de inquietud y desasosiego.



Al entrar en Pina de Ebro, a unos cuarenta y cinco kilómetros de Zaragoza, hasta donde el camino ha sido muy fácil, tengo que improvisar y meterme por un camino entre campos, pues el GR está cortado por obras por la riada del invierno pasado, como viene ocurriendo en muchos tramos en Aragón.

Ya en Pina, alrededor de las 19:00 h voy directo a la plaza mayor del pueblo a buscar un lugar donde comer algo. Tengo mucha hambre. Hay varios bares y escojo uno en donde ponen música caribeña, lleno de gente curiosa y con una camarera muy simpática. Un hombre me muestra que tengo el eje de la rueda izquierda del carro roto. Me doy cuenta de que no puedo seguir por mucho tiempo en estas condiciones así que, después de comer, le pregunto a Carmen, la camarera, dónde puedo dormir en el pueblo. Una mujer que me ha estado escuchando me pasa un aparato telefónico y hablo con un hombre del Ayuntamiento que me da permiso para acampar en una pineda tras el polideportivo, entre el Ebro y el núcleo urbano.

Prácticamente de noche, me dirijo a la posible zona de acampada y mientras busco un lugar para plantar la tienda se me acercan un par de jóvenes pidiéndome papel para liarse un porro. Me da por pensar que posiblemente tengan ganas de «jugar conmigo» y que en cuanto monte la tienda y me meta dentro le prenderán fuego. Así que me muevo a toda velocidad con la bici por los caminos que salen desde la pineda buscando otro posible lugar. Tengo miedo, el carro roto y además me doy cuenta de que en la carrera acabo de perder una zapatilla, lloro. Lloro de camino de vuelta a la pineda donde decido dormir finalmente superando miedos infundados, lloro en la tienda cuando leo los mensajes que me han enviado hoy mis amigas.
