Toulouse ~ Labastide d’Anjou //


Ramonville, 12:00 h.
La salida de Toulouse está siendo de lo más agradable. De casa de Dominique hacia la zona de Rangueil, por la facultad de Farmacia, enseguida me encuentro de frente con el canal de Midi que me va a acompañar todo el día de hoy y tal vez mañana y los próximos días. Todo depende de si me desvío del canal hacia Caunes-Minervois, la zona por donde está el proyecto comunitario que quiero conocer.

Es un placer pedalear por este camino, asfaltado por momentos, con la frescura del inicio del viaje, con los plátanos que flanqueando el canal hacen juegos de luces y sombras tan armoniosos y amables. Este debe ser el lugar no-ciudad que mejor representa el espíritu del flâneur, de ese contemplador occidental abandonado al placer de la observación complaciente con el entorno. Me espera un paseo de varias horas presumiblemente muy tranquilo. Perfecto para reposar mis pensamientos y volver a acostumbrarme al ritmo del esfuerzo físico continuado. También me acompaña la autopista y, aunque a la suficiente distancia como para no resultar molesta, sí para ser consciente de que me hallo en un lugar altamente civilizado. Un lugar típicamente francés, de una Francia próspera, de una prosperidad ya histórica.
Dejo atrás un lugar al que me gustaría volver pasado no mucho tiempo, quizás como etapa inicial de un viaje a Escocia. Anoche, yendo al súper a comprar la cena, pasamos por Pech-David, el único promontorio natural desde donde ver Toulouse con distancia. Un buen lugar para hacer deporte, fotos. Me gustaría volver a este bonito bosque urbano.

En Francia hay bastante cultura de bici. Aquí puedo coger ideas para futuros viajes y pensar en cómo equiparme para viajes más largos o que requieran de mayor preparación. Ayer hablé con un ex alumno que está montando un bar para cicloturistas en Siracusa, un probable destino para viajar en los próximos tiempos. El otro día, mientras estaba con Fabio en un bar del centro de Toulouse, vimos a un tío llevando una bici baja, con los cambios en el manillar, de manera que ¡pedaleaba con los brazos!
Toulouse ha significado una mezcla de sensaciones. Por momentos me he sentido viajando. Me he sentido bien haciendo fotos, visitando la ciudad, las iglesias, la exposición de Doisneau. Me gustó salir un día con Fabio por la noche. (Aunque diera tantas vueltas para llegar a su estudio en el canal de Garonne, al lado de Les Ponts Jumeux, y que tan fácil acceso tenía sin embargo). Me ha gustado estar simplemente en casa con mi amiga, con su madre cuando vino, y con sus hijos. Sin embargo, estar del 16 al 20 absolutamente solo, en una casa ajena, no ha sido del todo agradable. Había algo de encierro en tanta comodidad. Incluso cuando salía por Toulouse esos días, me sentía preso en la ciudad.

La rueda de adelante se me pincha por Avignonet-Lauragais. En una zona que es la más alta del recorrido del canal, donde se produce la partición de las aguas. En este lugar, desde la Montaña Negra, llegan ríos que abastecen el canal. Esto está lleno de caminos y me pierdo un poco. Tengo que cambiar la cámara, así que a partir de ahora ando. Decido seguir el curso de un río artificial, La Rigole, ya con la intención de buscar algún lugar donde dormir. Voy a parar a una carretera y la tomo hasta el próximo pueblo: Labastide d’Anjou. Hago algunas compras para cenar y se me hace de noche. Así que me meto por unos caminos entre campos y encuentro un lugar para dormir, que aunque parece un terreno particular, doy por bueno porque no veo movimiento en la casa.