Logroño ~ Vitoria //
Salgo de Logroño a las nueve de la mañana. Mi intención es llegar a Vitoria a las 14:00 h.
Cuando vivía en Logroño, la cordillera de Cantabria y El León Dormido, como su monte más emblemático, significaban para mí un final, después no había nada. Últimamente, cada vez que venía a Logroño, al mirar estos montes desde el balcón de casa de mi madre, sentía un impulso cada vez mayor por alcanzarlos. Hoy ya estoy aquí. Pueblos que oía en mi infancia como Oyón, Yécora, Meano o La Población, hacen familiar el paso de La Rioja al País Vasco. Detrás de los montes una nueva realidad por explorar.
Hoy es un día de pasos de fronteras, de exploración en mis recuerdos, de reconciliación, de superación. Cuando yo tenía entre dos y tres años de edad, mis padres se separaron y mi madre tuvo que irse a trabajar a un hospital de Vitoria en donde pasó unos pocos años, quedándome todo ese tiempo a cargo de mi abuela, de vecina Marisol y de otras mujeres. Veía a mi madre cada varios días, cuando libraba en el trabajo y podía reunirse conmigo. Vitoria, era ese lugar exótico en el que vivía mi mamá.
Cinco horas de pedaleo y unos 65 kilómetros me sitúan en Vitoria. Llego a las 14:00 h justo a la calle donde vive Rafa, la mujer, hoy nonagenaria, que alojó a mi madre en esa época y con la que aún mantiene una gran relación. Tras la comida descanso unas horas. Por la tarde, visito una exposición de Gordillo en el ARTIUM y, por la noche, me encuentro con Eva y Juan y nos vamos de tapas. La coincidencia con mis amigos de Cataluña en Vitoria le da un nuevo significado a la ciudad. Ellos están haciendo una parada en el camino a Galicia, a donde Eva va a visitar a unos familiares que nunca ha visto. Estamos los dos de búsqueda y reconciliación con el pasado.