Voy a Barcelona en el tren. Veo mi imagen reflejada en el cristal de enfrente y me veo diferente a como me imagino habitualmente. Pienso entonces que soy como una anoréxica en el sentido de que hay una disociación evidente entre la realidad y lo que pienso de ella, entre la imagen que tengo de mí mismo y la imagen que proyecto. En ese momento sube al tren una chica y se sienta frente a mí, justo en el lugar en donde veía mi imagen reflejada. Lo primero que pienso al verla es que es una chica muy guapa pero tras esa primera impresión me doy cuenta de que es anoréxica.