Salgo a correr por Montjuic, de noche. Cuando llego a la zona de cruising trato de exorcizar un antiguo sentimiento de culpa por practicar sexo con desconocidos. Corro mucho, de forma enloquecida. No veo bien porque está muy oscuro, casi no hay iluminación artificial. En un momento de la carrera, tropiezo con una cadena que cruza un camino y caigo estrepitosamente al suelo. La caída me causa heridas, contusiones y rozaduras en la pierna derecha. Me incorporo y, por un momento, me parece que no puedo andar. Me siento perdido, solo. Entonces saco fuerza de flaqueza y voy caminando a casa sin pensar en el dolor. Cuando llego compruebo que las heridas son mucho menos graves de lo que eran hace unos minutos, casi superficiales.